Magia en las letras, por Cecilia Ferreira. |
Por
Friedrich Nietzsche
De
todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe
tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es espíritu.
No
es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen.
Quien
conoce al lector no hace ya nada por el lector. Un siglo de lectores todavía -
y hasta el espíritu olerá mal.
El
que a todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe a la larga no sólo
el escribir, sino también el pensar.
En
otro tiempo el espíritu era Dios60, luego se convirtió en hombre, y
ahora se convierte incluso en plebe.
Quien
escribe con sangre y en forma de sentencias, ése no quiere ser leído, sino aprendido
de memoria.
En
las montañas el camino más corto es el que va de cumbre a cumbre: mas para
ello tienes que tener piernas largas. Cumbres deben ser las sentencias: y
aquellos a quienes se habla, hombres altos y robustos.
El
aire ligero y puro, el peligro cercano y el espíritu lleno de una alegre
maldad: estas cosas se avienen bien.
Quiero
tener duendes a mi alrededor, pues soy valeroso. El valor que ahuyenta los fantasmas
se crea sus propios duendes,- el valor quiere reír.
Yo
ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de
mí, esa negrura y pesadez de que me río, - cabalmente ésa es vuestra nube tempestuosa.
Vosotros
miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque
estoy elevado.
¿Quién
de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas
más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida61.
Valerosos,
despreocupados, irónicos, violentos - así nos quiere la sabiduría: es una mujer
y ama siempre únicamente a un guerrero62.
Vosotros
me decís: «la vida es difícil de llevar». Mas ¿para qué tendríais vuestro orgullo
por las mañanas y vuestra resignación por las tardes?
La
vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros
somos guapos, borricos y pollinas de carga63.
¿Qué
tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que tiembla porque tiene encima
de su cuerpo una gota de rocío?
Es
verdad: nosotros amamos la vida no porque estemos habituados a vivir, sino
porque estamos habituados a amar64.
Siempre
hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay también algo de razón en la
demencia65.
Y
también a mí, que soy bueno con la vida, paréceme que quienes más saben de
felicidad son las mariposas y las burbujas de jabón, y todo lo que entre los
hombres es de su misma especie.
Ver
revolotear esas almitas ligeras, locas, encantadoras, volubles - eso hace
llorar y cantar a Zaratustra.
Yo
no creería más que en un dios que supiese bailar.
Y
cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo, solemne: era el
espíritu de la pesadez66 - él hace caer a todas las cosas.
No
con la cólera, sino con la risa se mata 67. ¡Adelante, matemos el
espíritu de la pesadez!
He
aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar:
desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio.
Ahora
soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un
dios baila por medio de mí.
Así
habló Zaratustra.
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Notas:
60 Véase el Evangelio de Juan, 4, 24: «Dios
es espíritu.» En la cuarta parte, La
fiesta del asno, 1,
el papa jubilado criticará la frase «Dios es espíritu».
61 Los tres
párrafos que van desde «Vosotros miráis...» hasta aquí fueron colocados por
Nietzsche como motto al frente de la
tercera parte de esta obra.
62 El tercer tratado de La genealogía de la moral lleva a su frente, como motto, esta frase. Nietzsche dice en el prólogo que ese
tercer tratado, titulado «¿Qué significan los ideales ascéticos?», es todo él
«un comentario» del citado párrafo.
63 Reminiscencia
irónica del Evangelio de Mateo, 21, 5: «Y los discípulos... trajeron la borrica y el pollino»
(preparativos para la entrada de Jesús en Jerusalén).
64 Juego de
palabras, en alemán, entre vivir (leben) y amar (lieben).
65 Paráfrasis de Hamlet, acto II, escena 2: «Ocurrencias felices que
suele tener la demencia, y que ni la más sana razón y lucidez podrían soltar
con tanta fortuna» (palabras de Polonio a Hamlet).
66 Véase, en la
tercera parte, De la visión y del enigma, así como Del espíritu de la pesadez, donde Nietzsche
desarrolla con detalle el significado del «espíritu de la pesadez».
67 En la cuarta
parte, La fiesta del asno, el
más feo de los hombres recordará a Zaratustra esta enseñanza.