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sábado, 17 de mayo de 2014

Entrevista a No Escritores


Los No Escritores se definen a sí mismos desde la negación. En una época “afirmativa”, en la que la diferencia se señala abruptamente aquí y allá (marcando más abiertamente la desigualdad que la tolerancia), negarse es quizá la única forma de liberarse de la fuerza intrínseca de las etiquetas y los nombres.
Desde el año pasado han tenido la oportunidad de participar de la Red de Talleres Locales de Escritura, bajo la dirección del IDARTES, y este año podremos encontrarlos nuevamente en los talleres correspondientes a las localidades de San Cristóbal y Antonio Nariño.

A continuación la entrevista que amablemente concedieron a Revista Esperpento.




REVISTA ESPERPENTO: ¿Quién (o qué) es un No Escritor? ¿Qué puede caracterizarlo y diferenciarlo?

NO ESCRITORES: La categoría puede ser un poco engañosa en principio y hacer creer que estamos negando algo. Simplemente consideramos que eso que queríamos expresar se sintetizaba en la idea de “no somos escritores; escribimos”. Con ese principio pudimos extender la línea de la escritura a esas personas que no se consideran escritores pero que en su intimidad ejercen el silencioso ejercicio de decirse cosas mientras escriben.
No nos desvela ser diferencia de nada ni de nadie, eso se lo dejamos a los que se acerquen (seguidores o detractores), pero sí queremos hacer énfasis en la escritura como honestidad.
No es una idea nueva ni original. De hecho anoche la encontré en palabras de Raymond Carver, pero eso tampoco es lo importante.
Consideramos que es el principio esencial que sostiene a los No Escritores: hacer de la escritura un ejercicio de sinceridad.

Sí, comprendo. De hecho, en gran medida comparto ese cierto malestar que produce la etiqueta “escritor”, porque de alguna manera es una palabra que pierde filo cada vez que se usa. A ese respecto, entiendo la frase “no somos escritores; escribimos” como una forma de desetiquetarse, y, en ese sentido, desligar es también una forma de afirmar (en este caso, el oficio de escribir). ¿Podría entenderse también este “desligar” como una manera de desenredarse de una cierta formalización y normalización del oficio de escribir?

NE: Cada intento de desetiquetarnos es generar la enorme posibilidad de que otro nos ponga su contramarca y nos despersonalice. Aún así, sí, consideramos que es lo que queremos, quitarnos una marca impuesta y forjar una. El camino es hacer ver a esa persona que escribe y que quiere hacerlo con honestidad e ímpetu que no todo son normas y leyes, que no todo es una técnica (aunque necesaria pero no lo primero a ver); la escritura debe ser, en primera medida, el encuentro de quien escribe con sus palabras y, por ende, con una mirada de sí que, por la experiencia que hemos tenido, casi nunca ven o tienen en cuenta o tal vez ignoren. No le apostamos a los cánones ni a los géneros, eso es secundario. Si surge en la escritura de cada quien, excelente, si no, tampoco nos asustamos. No negamos la formalización de la escritura, pues hay a quienes les resulta la estrategia para sus intereses personales (creemos que toda escritura es eso y nada más), pero a esa persona que dice de sí que apenas comienza el camino, preferimos acompañarla por el sendero del gusto, de la curiosidad, de la sorpresa, del rechazo antes que una cuestión de argumento, trama, nodo, macroestructura, sinécdoque y todo lo demás.

La insistencia en la necesidad de “honestidad” es bastante latente. ¿Cómo podríamos entenderla dentro de la perspectiva de un No Escritor? ¿A qué hace referencia con exactitud?

NE: Esa perspectiva tiene mucho que ver con la manera como se ve la escritura desde los autores que ya tienen cierto reconocimiento o trayecto y que se refleja en los talleres de escritura. Pareciera que el problema fuera de forma nada más. Creemos que la escritura ha perdido su esencia de fondo y ese fondo vendría a sustentarte en una escritura con un vínculo estrecho con quien escribe. Contar, crear por el deseo de comunicar, creemos que es la base de la honestidad. No escribir por sus consecuencias (reconocimiento, premios, publicaciones, etc.). Por eso insistimos tanto en este aspecto y por eso lo hacemos pilar de los No Escritores, que no solo somos quienes creamos la etiqueta, sino todas aquellas personas que se quieran adscribir a este principio.

Esta idea me parece bastante interesante, porque lo que están buscando entonces es que quien se dedica a escribir empiece a tomar conciencia del encuentro entre él y su lenguaje, entre quien escribe y la materia que forma su escritura. Bueno, ya que tocamos el tema de los talleres de escritura, ¿consideran ustedes que juegan un papel importante en la formación del No Escritor? ¿No consideran que tal vez la oferta de talleres de escritura venga creciendo a raíz de un cierto mercado?

NE: Usted no se equivoca. Dentro de las posibilidades de mercado, una que se está explotando es la de los talleres (de lo que sea). Pero minimizando este aspecto, esto también dice que hay un grupo mayor de gente (más que antes) que piden, que buscan estos espacios y que éstos ya no están en manos de unos pocos “avalados”.
Un taller para un No Escritor puede ser, más que el lugar del aprendizaje, el espacio de encuentro con otros iguales que él (o ella). La escritura y su realización es un cúmulo de cosas que se pueden adquirir a través del ejercicio individual, pero los No Escritores no queremos islas en un desierto de palabras, también nos interesa acercarnos y tomarnos algo y charlar sobre las letras y el lenguaje y los gustos y, por qué no, escribir.

Bueno, pero no necesariamente habría que encontrarse en un taller de escritura, formalizado y perfectamente estructurado, que a lo mejor solamente sirva como una especie de mercado de oportunidades. Da la impresión que lo que se busca en última instancia es desplazar el ámbito literario —y mucho más el de la escritura— al puramente académico, como si un escritor se formara plenamente en una universidad o en un cierto taller, o no tuviera lugar de ser fuera de éste. ¿Consideran ustedes que este desplazamiento de ámbitos es visible? ¿Tendría alguna consecuencia tanto para escritores como para lectores?

NE: Soy de los que piensa (y esto va a título personal) que la academia no “hace” escritores. Por más pregrados y maestrías en escrituras creativas y esas cosas, ahí no es donde se forma un escritor, porque creo que un escritor no se forma (académicamente hablando). Un escritor tiene una necesidad, la de expresión y encuentra un camino, la estética literaria, y en la conjunción de la lectura de textos que le impacten y la escritura constante es que considero que va surgiendo, o emergiendo, un escritor. Ahora bien, hay muchos talleres que son la expansión de la academia a los espacios informales y hay quienes disfrutan de esos talleres, tal vez pensando que ser escritor es hallar la fórmula mágica (y cuando hay fórmulas o pociones o lecturas secretas el escritor va a salir a buscar reconocimiento antes que a crear una obra que evidencia una necesidad). Los lectores muchos persiguen lo que les ofrecen y eso va determinado por el mercado en su mayoría. Otros seguirán los pasos de sus profesores, maestros, tutores y los gustos personales de cada quien. Otros se arrojarán a una biblioteca a curiosear y a dejarse arrastrar por la incertidumbre. Ya el escritor debe asumirse de otra manera. Creemos (Los No Escritores) que si escribe es porque hay una fuerza que le impulsa a ello, que debe buscar su origen, su norte, su energía vital; debe leer, porque para escribir hay que leer (y no necesariamente al contrario), hay que buscar “amistades de letras” con quien se pueda charlar sobre lo que se hace y lo que gusta o disgusta. Así es que consideramos que debe ser un taller. No un lugar de síntesis de conocimiento académico y formal sino un espacio en el que confluyen personas, intereses y necesidades.

Por supuesto, estamos de acuerdo en el papel fundamental de la lectura en la “formación” del escritor (en otra ocasión tendríamos que hablar de la otra cara de la moneda No Escritores: No Lectores), y de la necesidad de búsqueda inherente al oficio de escribir. En cierta forma, un taller literario tendría que venir a suplir el papel que desempeñaban los cafés en el siglo pasado, como puntos neurálgicos de la cultura del país, y de la cultura del país con relación a la cultura mundial. A propósito de esto, ¿consideran que la apertura que hay a través de las redes sociales ha facilitado la tertulia literaria o, al contrario, ha propiciado que la cultura escrita se disgregue en islotes severamente aislados? ¿Consideran que hay un círculo cerrado (oficial) dentro de la literatura en Colombia?

NE: Las redes sociales han colaborado en acercar personas con intereses similares, con inquietudes que confluyen, pero creo que las tertulias siguen siendo escasas. Muchas veces las cosas no pasan de compartir unos cuantos enlaces, de postear escritos y estar dispuestos a la alabanza o al escarnio, pero creo que hace falta esa posibilidad de estar frente al otro, de compartir tiempo, bebidas, voces. Ahora, respecto a los círculos cerrados, creo que cada vez que se forma un círculo, por su naturaleza, se cierra. Siempre habrá escritores que están en esas posiciones privilegiadas por posición social o porque son apoyados por editoriales de renombre. Algunos pocos extienden su mano para acariciar algunas cabezas que, parece ser, son las elegidas para continuar llevando el fuego de la sabiduría, pero me parece que esto ya no es la regla. En los últimos años han surgido muchos más círculos no-oficiales que no necesitan de bendiciones de nadie y que existen por el deseo de sus integrantes de acercarse por gustos o intereses comunes, por inquietudes parecidas. Esto lo valoro enormemente porque así debe ser la relación con la literatura hoy en día, de pasiones.


Y de pasiones encontradas, en muchos casos. Hablando a nivel nacional, ¿cuál es la impresión de los No Escritores respecto de la literatura actual? ¿Existen voces pertinentes que la estén llevando por senderos menos desgastados o, por el contrario, se encuentra estancada?

NE: Debemos confesar que no somos lectores de la literatura hecha por acá. No hay alguna razón de peso, solo falta de motivación. Coincidimos en que Evelio Rosero es un tipo que tiene ingenio y gusto por el juego del lenguaje. Los demás parece que se quieren asegurar el cheque de fin de mes sin mayores aspiraciones estéticas.

¿Consideran que en esto influye el hecho que las nuevas voces de la literatura internacional, algunas representantes de una renovación literaria, no lleguen a ser leídas en nuestro país más que años después de hacer eclosión (los casos de los novelistas y poetas norteamericanos de los últimos veinte años, por ejemplo)?  ¿Que ha habido una especie de ensimismamiento y cerradura que ha mantenido a la literatura nacional como alejada de las corrientes más actuales?

NE: No sé si ensimismamiento pero en la actualidad hay tanta literatura publicada (por medios "oficiales" y por medios virtuales) que es difícil acceder a toda ella. Mucho de lo que nos termina llegando a las manos sigue siendo gracias a editoriales (grandes y pequeñas) y a sus procesos de distribución. La otra forma es por medio de esas recomendaciones entre amistades y conocidos. Son movimientos más lentos pero creo que no hay mucho afán para llegar a ellos y ellas. Personalmente soy un tanto escéptico al que se le da mucha resonancia mediática, así que es mejor que se vayan cocinado a fuego lento para ver qué propuesta como obra (y no como libro o publicación) se va dando con cada autor. A nivel general, siempre pienso en el caso de Bolaño. Sobrevalorado y subvalorado por los diversos círculos. Ya a diez años de su muerte todavía sigue siendo un autor poco leído por personas que no hacen parte de academias. Creo que estos procesos no deben preocuparse por los afanes contemporáneos.

Y eso que Bolaño escribe en español. Incluso parece ser mejor conocido en lengua inglesa, pero ya sabemos el tipo de “fiebre” que suelen suscitar algunos autores latinoamericanos en la cultura popular de los Estados Unidos. Pero, parece que tratan de evitar una respuesta explícita respecto de la literatura nacional, por lo que voy a ser bastante sucinto en la siguiente cuestión: ¿Existe una tradición literaria estéticamente comprometida en nuestro país?

NE: La evito por lo que le decía anteriormente, no soy un buen conocedor de la literatura colombiana. Aún así, es claro que acá hay representantes de una literatura comprometida: Vallejo, Mutis, Espinosa, solo por citar unos que distingo. Que a unos gusten y a otros no, eso ya viene en la subjetividad propia de la experiencia lectora. Que los odien o los amen por lo que son, esas cuestiones deben estar al margen de toda discusión. Creo que debería haber más autores con un mayor compromiso estético para la cantidad que vemos en estanterías y en ferias. Pero eso va en las determinaciones de cada que escribe y quiere ver sus libros rodar por otras manos.

Bien. Yendo un poco más lejos, en el tiempo, ¿qué papel pueden jugar las vanguardias literarias, pasado ya prácticamente un siglo desde su explosión, en la reformulación de la literatura? ¿Constituyen un grito apagado o aún tienen algo que decirnos a nosotros, habitantes del siglo XXI?

NE: Yo creo que las vanguardias siguen dando de comer por estas latitudes a pesar suyo. Es decir, aportaron mucho a nuevas formas de ver y apreciar y decir del mundo, pero hoy en día o se apuesta por un hipercultismo de las mismas o se llega a ellas por instinto. Yo no las he sentido mucho en las creaciones recientes, parece que hemos vuelto a un extraño clasicismo, a una épica formalista, a una literatura preocupada por ser aséptica. Creo que todo esto nada más lejos de las vanguardias.

Entonces, ¿qué debería tener la literatura del futuro para recuperar lo que ha perdido? O mejor, ¿de qué tendría que carecer?

NE: Casualmente hace un par de días charlaba con una amiga al respecto. Considero que la literatura que se hace acá debe desprenderse de la imperiosa necesidad de ser la memoria de nuestro pueblo. El gusto de los escritores por sustentar sus creaciones en hechos históricos relevantes está haciendo que las historias sean una excusa, casi que un escenario que queda vacío de sentido estético y termina funcionando como una pobre justificación del hecho que refieren. Soy de los que cree que hay que perseguir las historias mínimas, esas que se escapan y se refunden entre los días y las noches que se suceden y que nadie voltea a mirar. Hay que recuperar la imaginación pero eso es tarea de cada autor. Hay que recuperar la ingenuidad y desprenderse de la pretensión.

Sin embargo, no puede negarse que hay momentos importantes en la literatura nacional en que la idea de Historia no ha sido particularmente privilegiada. ¿Podría decirse que la óptica del escritor, en este momento, está siendo viciada por un historicismo impostado? ¿A qué factores consideran que se debe este fenómeno literario?

NE: Claro, hay una parte de la literatura colombiana que no se ha interesado por ese afán histórico, pero mi percepción es que es realmente poca. Ahora bien, creería yo que es un fenómeno de mercadeo muy similar a lo que pasa en televisión en la actualidad. Hay que contar historias cuyos referentes estén cercanos a la mayoría de personas, lo cual podría asegurar numerosas ventas. Si se escriben novelas sobre, por ejemplo, asesinatos de políticos, atentados, paramilitares, las referencias están a la mano de las personas, cosa que, cuando esos libros lleguen a las manos de los lectores-consumidores, puedan sentir que esa historia está cerca, así nunca haya vivido ninguna de dichas situaciones. Pero, ¿acaso los medios nos hablan de algo más? Quiero creer que esas no son decisiones de los autores sino decisiones editoriales. De nuevo, hay que rescatar esa literatura que no busca entrar al juego de superventas sino a construir universos a partir de necesidades estéticas.

Bueno, eso en cuanto a la prosa, pero ¿y la poesía?

La poesía parece que tiene una vida saludable. Muchas son las variantes y las producciones y los canales por los que la poesía fluye en nuestros medios. Podrá no ser la más vendida en términos editoriales pero es la que más inquieta.

El año pasado se adelantaron una serie de talleres de escritura subvencionados por el IDARTES, entre los que ustedes participaron como directores, ¿cómo fue la experiencia y qué frutos se lograron recoger de ella?

Y este año vuelven esos talleres y volvemos como No Escritores. Fue una muy grata experiencia ya que el grupo que tuvimos fue heterogéneo, lo cual alimenta mucho el trabajo de escritura y lectura. Fue el espacio propicio para poner en práctica nuestros principios y consideramos que obtuvimos buenos resultados: un grupo unido que se motivó desde las primeras sesiones a ser leídos y a escuchar a los demás.

Para cerrar, ¿qué nos tienen preparado los No Escritores para lo que resta del año? ¿Dónde los pueden encontrar quienes estén interesados de contactarlos?

Estaremos en San Cristóbal y Antonio Nariño en el marco de la Red de Escrituras Locales. Nos concentraremos en esta actividad. Quienes nos quieren contactar nos encuentran en Facebook o si nos quieren escribir por curiosidad o inquietud noescritores@gmail.com


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Los interesados en contactar a No Escritores, podrán encontrarlos en:



Y para quienes deseen inscribirse a la convocatoria de los Talleres Locales de Escritura: