A Rosalbina
Bien sabéis, adorable Rosalbina,
que ante vuestro mirar de ojos de gato,
me sentí como calle sin esquina,
¡bizco y sordo y maltrecho y turulato!
… ¿Por qué sois para mí luciferina?...
¡Si ha mucho tiempo estoy que disparato
bajo el piramidón y la morfina
y del bromuro y del bicarbonato!
Tanta hiel guarda el fondo de mi copa,
que hasta en un corredor del “Club la Popa”,
vuestro marido viéndome patojo
y con ganas de hacer un disparate,
me preguntó solícito: –¿Qué hay, vate?
Y yo le dije irónico: –Un mal de ojo.
Despilfarros
XI
¡Qué cosas en el proscenio
risible de la creación,
que muchas veces un genio
depende del comadrón!
XV
Persigo entre las ruinas de una calle,
sin pensar en la teja
que puede caerme, el talle
flexible de una moza. Es muy compleja
la misión de vivir. Y hay mucha gente
que camina a mi lado,
dizque prácticamente
viendo para el tejado…
XVIII
Se casaron ayer
y se marchan hoy
sin saber
lo que dice Tolstoy.
A un condiscípulo
“El hombre es digno
De sus propias obras”.
BARONESA DE WILSON
¡Qué situación la tuya!... ¡Qué situación la mía!
Los dos fuimos alumnos de griego y de latín
y desde aquellos años de olímpica alegría,
tú no pasaste nunca de ser un adoquín.
Mas hoy, por un prodigio quizás de hechicería,
ya eres académico, tú casa es un jardín,
y sabiamente preñas de duros tu alcancía,
mientras que tu cofrade no guarda ni un chelín…
Después surgió el político. Yo apenas soy un cero.
Viajas en automóvil. Y yo por mi sendero
cabalgo en Rocinante sin humos de chofer.
Y yo, cuando te encuentro, con qué efusión te acojo
—siempre andas por la calle más serio que un cerrojo—
con una de las cáusticas sonrisas de Voltaire.
De sobremesa
Se vive, amada mía,
según y cómo… Yo
por la mañana tengo hipocondría
y por la noche bailo un rigodón.
¿Y qué? Pura ironía
del hígado, muchacha. En el amor
y en otras cosas de mayor cuantía
todo depende de la digestión.
Que no fume, que olvide la lectura,
que no maldiga en ratos de amargura
y mil consejos más de este jaez,
como si se pudiera
vivir a la manera
de las calles tiradas a cordel…
Medio ambiente
“—Papá, ¿quién es el rey?
—Cállate, niño, que
me comprometes.”
Swift
Mi buen amigo el noble Juan de Dios, compañero
de mis alegres años de juventud, ayer
no más era un artista genial, aventurero…
—Hoy vive en un poblacho con hijos y mujer.
… Y es hoy panzudo y calvo. Se quita ya el sombrero
delante de un don Sabas, de un don Lucas… ¿Qué hacer?
La cuestión es asunto de catre y de puchero,
sin empeñar la “Singer” que ayuda a mal comer…
Quimeras moceriles —mitad sueño y locura—;
quimeras y quimeras de anhelos infinitos,
y que hoy —como las piedras tiradas al mar—
se han ido a pique oyendo las pláticas del cura,
junto con la consorte, la suegra y los niñitos…
¡Qué diablo!... Si estas cosas dan ganas de llorar.
Calle de las flores
En esa oscura calle que pudiera
ser un primor entre diez mil primores
no existe ni una flor, ni una siquiera
y se llama “la Calle de las Flores”…!
Bizcos solares… Ni una triste acera
de aquel jardín abierto a los amores
clandestinos del barrio, allá en la era
de los muy sapientísimos oidores…!
Marchito el ramillete y roto el vaso,
las gallinas escarban en los restos
de inconfesables cosas, entre olores
que si no surgen de un vergel, acaso
vengan de algún zambullo y de otros tiestos…
¡Y aún se llama la Calle de las Flores!
Serenata
“Asómate a la ventana
para tirarte un limón.”
Victor Hugo
¡Ay, Camila, no vuelvo
ni al portón de tu casa,
porque tú, la más bella
del contorno, me matas
con promesas que saben
a bagazo de caña!
¡Nada valen mis besos
y achuchones!... ¡Y nada
si murmuro en tu oreja,
tu orejita de nácar,
cuatro cosas que tumban
bocarriba a una estatua!
¡Ah, te juro que nunca
tornaré por tu casa
ya que tú, más bonita
que agridulce manzana,
tienes ¡ay! la simpleza
del icaco y la guama!
¡Y eres más que imposible,
pues tus mismas palabras
son candados, pestillos,
cerraduras y aldabas
de tus brazos abiertos
y tus piernas cerradas!
Mitin
Se salió de plomada
la colectiva estupidez, camino
del rebenque, del tajo y la picota.
Apóstol del derecho, un petardista
de frac y cubilete,
volcó sobre la turba
de los descamisados
todo un cajón de frases…
Su vibrante discurso
causa fue de apoplético entusiasmo,
que tuvo que sangrar tranquilamente
la científica guardia pretoriana,
con el cañón y con la bayoneta.
Y yo, del caballete de un tejado,
mire la rebujiña
—como no soy Apóstol del Derecho—-
con toda la frialdad de un erudito.
Así habló Zaratustra
No hay que hacerse ilusiones
sobre tibios colchones
de algodón y de seda.
La vida que nos queda
puede servirnos para
vencer. Y cara a cara
y contra la corriente
tenderemos el puente
de ribera a ribera…
Después, sin un suspiro,
disuelta la quimera,
nos pegamos un tiro.
Otra emoción
“Es una vieja historia.”
Nietzsche
Y la cocina,
que no huele a rosas,
se encuentra junto a la letrina.
Cosas
de la raza latina.
Desde mi celda
“Este siglo está dislocado.”
Hamlet
Vivo en un caserón
que fue convento,
a cuatro leguas de la población,
porque mi pensamiento
necesita
mucho recogimiento
y la insípida paz
del cenobita.
Penetra por la cruz de mi ventana
la faz
del sol, lozana
perspectiva: la verde ondulación
de la sabana…
Y en este campesino
caserón,
que luce a trechos monacal verdín,
como sangrienta broma del destino
me ha tocado un vecino
que aprende cornetín.
Esto pasó en el reinado de Hugo
“Y a ti, Magdalena sin arrepentir,
también yo te perdono.”
Ricardo, Corazón de León
Subí por la escalera
del ideal,
siguiendo una ilusión.
Pero me fue de una manera
mal,
porque di un resbalón.
¡Y enorme desengaño!
Me atormenta
y mortifica
mucho más el daño
de una cuenta
que adeudo en la botica.
Autor-izado.
Aquél antiguo proverbio que reza: “En tierra de ciegos, el tuerto es rey”, no habría podido ser más acertado respecto a nuestro poeta. Con la salvedad, claro está, de que “el tuerto” López no era tuerto, sino estrábico o como decimos más coloquialmente, bizco. Y quizá en la desviación de su vista descanse, irónicamente, la agudeza de su mirada poética, dada al doble sentido, al humor negro y al anticlímax amoroso. Y es que la obra de “el tuerto” vendría a establecerse en medio de un romanticismo tan tardío como desusado, en medio de una poética ensimismada que no quería ensuciarse con la realidad que la circundaba. Podríamos decir, incluso, que la máxima antítesis de la poética de “el tuerto” estaba representada en la poesía de Guillermo Valencia, quien usaba (y abusaba) de las formas poéticas más artificiales y melodramáticas, y un lenguaje mucho más estereotipado en defensa de su idea del arte por el arte. Mucho más humilde, Luis Carlos López nos legó una poesía desprovista de artificialidad y, en cambio, mucho más desenfadada y armada ya no del drama sino de la picaresca y la comicidad. Léase, por citar apenas uno, el poema Serenata en el que la pena amorosa se liga de forma abierta al acto sexual irrealizable sin preámbulos de tipo dulzón o meloso, es claro que lo que el narrador quiere es algo no tan sublimado como el amor imperecedero y cándido aducible más al niño que al amante. Y, quizá, podamos ver también una crítica no solamente a la poesía romántica, tanto como al fogoso machismo que busca solamente la consumación del acto sexual. Léase, en Medio ambiente, la crítica al conformismo cerril de quien no persigue sus sueños renunciando a ellos vendiéndose a mejores postores o relegándose a una vida apacible. Pero no nos detengamos allí, queda la subsecuente burla a la búsqueda del ideal en Esto pasó en el reinado de Hugo. Creo que ya es hora de recordar a este poeta no tan reconocido más allá de los zapatos viejos, porque su poesía constituyó uno de los pilares de la modernidad y el principal antídoto contra un modernismo exacerbado. En definitiva, nosotros somos los ciegos y “el tuerto” (López) es rey.