Los No Escritores se definen a sí
mismos desde la negación. En una época “afirmativa”, en la que la diferencia se
señala abruptamente aquí y allá (marcando más abiertamente la desigualdad que
la tolerancia), negarse es quizá la única forma de liberarse de la fuerza
intrínseca de las etiquetas y los nombres.
Desde el año pasado han tenido la
oportunidad de participar de la Red de Talleres Locales de Escritura, bajo la dirección del IDARTES, y este año podremos encontrarlos nuevamente en los
talleres correspondientes a las localidades de San Cristóbal y Antonio Nariño.
A continuación la entrevista que amablemente
concedieron a Revista Esperpento.
REVISTA ESPERPENTO: ¿Quién (o qué) es
un No Escritor? ¿Qué puede caracterizarlo y diferenciarlo?
NO ESCRITORES: La categoría puede ser un poco engañosa
en principio y hacer creer que estamos negando algo. Simplemente consideramos
que eso que queríamos expresar se sintetizaba en la idea de “no somos
escritores; escribimos”. Con ese principio pudimos extender la línea de la
escritura a esas personas que no se consideran escritores pero que en su
intimidad ejercen el silencioso ejercicio de decirse cosas mientras escriben.
No nos
desvela ser diferencia de nada ni de nadie, eso se lo dejamos a los que se
acerquen (seguidores o detractores), pero sí queremos hacer énfasis en la
escritura como honestidad.
No es
una idea nueva ni original. De hecho anoche la encontré en palabras de Raymond
Carver, pero eso tampoco es lo importante.
Consideramos
que es el principio esencial que sostiene a los No Escritores: hacer de la
escritura un ejercicio de sinceridad.
Sí, comprendo. De hecho, en gran medida
comparto ese cierto malestar que produce la etiqueta “escritor”, porque de
alguna manera es una palabra que pierde filo cada vez que se usa. A ese
respecto, entiendo la frase “no somos escritores; escribimos” como una forma de
desetiquetarse, y, en ese sentido, desligar es también una forma de afirmar (en
este caso, el oficio de escribir). ¿Podría entenderse también este “desligar”
como una manera de desenredarse de una cierta formalización y normalización del
oficio de escribir?
NE: Cada intento de desetiquetarnos es generar la enorme
posibilidad de que otro nos ponga su contramarca y nos despersonalice. Aún así,
sí, consideramos que es lo que queremos, quitarnos una marca impuesta y forjar
una. El camino es hacer ver a esa persona que escribe y que quiere hacerlo con
honestidad e ímpetu que no todo son normas y leyes, que no todo es una técnica
(aunque necesaria pero no lo primero a ver); la escritura debe ser, en primera
medida, el encuentro de quien escribe con sus palabras y, por ende, con una
mirada de sí que, por la experiencia que hemos tenido, casi nunca ven o tienen
en cuenta o tal vez ignoren. No le apostamos a los cánones ni a los géneros,
eso es secundario. Si surge en la escritura de cada quien, excelente, si no,
tampoco nos asustamos. No negamos la formalización de la escritura, pues hay a
quienes les resulta la estrategia para sus intereses personales (creemos que
toda escritura es eso y nada más), pero a esa persona que dice de sí que apenas
comienza el camino, preferimos acompañarla por el sendero del gusto, de la
curiosidad, de la sorpresa, del rechazo antes que una cuestión de argumento,
trama, nodo, macroestructura, sinécdoque y todo lo demás.
La insistencia en la necesidad de “honestidad”
es bastante latente. ¿Cómo podríamos entenderla dentro de la perspectiva de un
No Escritor? ¿A qué hace referencia con exactitud?
NE: Esa perspectiva tiene mucho que ver con la manera como se ve
la escritura desde los autores que ya tienen cierto reconocimiento o trayecto y
que se refleja en los talleres de escritura. Pareciera que el problema fuera de
forma nada más. Creemos que la escritura ha perdido su esencia de fondo y ese
fondo vendría a sustentarte en una escritura con un vínculo estrecho con quien
escribe. Contar, crear por el deseo de comunicar, creemos que es la base de la
honestidad. No escribir por sus consecuencias (reconocimiento, premios,
publicaciones, etc.). Por eso insistimos tanto en este aspecto y por eso lo
hacemos pilar de los No Escritores, que no solo somos quienes creamos la
etiqueta, sino todas aquellas personas que se quieran adscribir a este
principio.
Esta idea me parece bastante
interesante, porque lo que están buscando entonces es que quien se dedica a
escribir empiece a tomar conciencia del encuentro entre él y su lenguaje, entre
quien escribe y la materia que forma su escritura. Bueno, ya que tocamos el
tema de los talleres de escritura, ¿consideran ustedes que juegan un papel
importante en la formación del No Escritor? ¿No consideran que tal vez la oferta
de talleres de escritura venga creciendo a raíz de un cierto mercado?
NE: Usted no se equivoca. Dentro de las posibilidades de
mercado, una que se está explotando es la de los talleres (de lo que sea). Pero
minimizando este aspecto, esto también dice que hay un grupo mayor de gente
(más que antes) que piden, que buscan estos espacios y que éstos ya no están en
manos de unos pocos “avalados”.
Un
taller para un No Escritor puede ser, más que el lugar del aprendizaje, el
espacio de encuentro con otros iguales que él (o ella). La escritura y su
realización es un cúmulo de cosas que se pueden adquirir a través del ejercicio
individual, pero los No Escritores no queremos islas en un desierto de
palabras, también nos interesa acercarnos y tomarnos algo y charlar sobre las
letras y el lenguaje y los gustos y, por qué no, escribir.
Bueno, pero no necesariamente habría
que encontrarse en un taller de escritura, formalizado y perfectamente
estructurado, que a lo mejor solamente sirva como una especie de mercado de
oportunidades. Da la impresión que lo que se busca en última instancia es
desplazar el ámbito literario —y mucho más el de la escritura— al puramente
académico, como si un escritor se formara plenamente en una universidad o en un
cierto taller, o no tuviera lugar de ser fuera de éste. ¿Consideran ustedes que
este desplazamiento de ámbitos es visible? ¿Tendría alguna consecuencia tanto
para escritores como para lectores?
NE: Soy de los que piensa (y esto va a título personal) que la
academia no “hace” escritores. Por más pregrados y maestrías en escrituras
creativas y esas cosas, ahí no es donde se forma un escritor, porque creo que
un escritor no se forma (académicamente hablando). Un escritor tiene una
necesidad, la de expresión y encuentra un camino, la estética literaria, y en
la conjunción de la lectura de textos que le impacten y la escritura constante
es que considero que va surgiendo, o emergiendo, un escritor. Ahora bien, hay
muchos talleres que son la expansión de la academia a los espacios informales y
hay quienes disfrutan de esos talleres, tal vez pensando que ser escritor es
hallar la fórmula mágica (y cuando hay fórmulas o pociones o lecturas secretas
el escritor va a salir a buscar reconocimiento antes que a crear una obra que
evidencia una necesidad). Los lectores muchos persiguen lo que les ofrecen y
eso va determinado por el mercado en su mayoría. Otros seguirán los pasos de
sus profesores, maestros, tutores y los gustos personales de cada quien. Otros
se arrojarán a una biblioteca a curiosear y a dejarse arrastrar por la
incertidumbre. Ya el escritor debe asumirse de otra manera. Creemos (Los No
Escritores) que si escribe es porque hay una fuerza que le impulsa a ello, que
debe buscar su origen, su norte, su energía vital; debe leer, porque para
escribir hay que leer (y no necesariamente al contrario), hay que buscar
“amistades de letras” con quien se pueda charlar sobre lo que se hace y lo que
gusta o disgusta. Así es que consideramos que debe ser un taller. No un lugar
de síntesis de conocimiento académico y formal sino un espacio en el que
confluyen personas, intereses y necesidades.
Por supuesto, estamos de acuerdo en el
papel fundamental de la lectura en la “formación” del escritor (en otra ocasión
tendríamos que hablar de la otra cara de la moneda No Escritores: No Lectores),
y de la necesidad de búsqueda inherente al oficio de escribir. En cierta forma,
un taller literario tendría que venir a suplir el papel que desempeñaban los
cafés en el siglo pasado, como puntos neurálgicos de la cultura del país, y de
la cultura del país con relación a la cultura mundial. A propósito de esto,
¿consideran que la apertura que hay a través de las redes sociales ha
facilitado la tertulia literaria o, al contrario, ha propiciado que la cultura
escrita se disgregue en islotes severamente aislados? ¿Consideran que hay un
círculo cerrado (oficial) dentro de la literatura en Colombia?
NE: Las redes sociales han colaborado en acercar personas con
intereses similares, con inquietudes que confluyen, pero creo que las tertulias
siguen siendo escasas. Muchas veces las cosas no pasan de compartir unos cuantos
enlaces, de postear escritos y estar dispuestos a la alabanza o al escarnio,
pero creo que hace falta esa posibilidad de estar frente al otro, de compartir
tiempo, bebidas, voces. Ahora, respecto a los círculos cerrados, creo que cada
vez que se forma un círculo, por su naturaleza, se cierra. Siempre habrá
escritores que están en esas posiciones privilegiadas por posición social o
porque son apoyados por editoriales de renombre. Algunos pocos extienden su
mano para acariciar algunas cabezas que, parece ser, son las elegidas para
continuar llevando el fuego de la sabiduría, pero me parece que esto ya no es
la regla. En los últimos años han surgido muchos más círculos no-oficiales que
no necesitan de bendiciones de nadie y que existen por el deseo de sus
integrantes de acercarse por gustos o intereses comunes, por inquietudes
parecidas. Esto lo valoro enormemente porque así debe ser la relación con la
literatura hoy en día, de pasiones.
Y de pasiones encontradas, en muchos
casos. Hablando a nivel nacional, ¿cuál es la impresión de los No Escritores
respecto de la literatura actual? ¿Existen voces pertinentes que la estén
llevando por senderos menos desgastados o, por el contrario, se encuentra
estancada?
NE: Debemos confesar que no somos lectores de la literatura
hecha por acá. No hay alguna razón de peso, solo falta de motivación.
Coincidimos en que Evelio Rosero es un tipo que tiene ingenio y gusto por el juego
del lenguaje. Los demás parece que se quieren asegurar el cheque de fin de mes
sin mayores aspiraciones estéticas.
¿Consideran que en esto influye el
hecho que las nuevas voces de la literatura internacional, algunas
representantes de una renovación literaria, no lleguen a ser leídas en nuestro
país más que años después de hacer eclosión (los casos de los novelistas y
poetas norteamericanos de los últimos veinte años, por ejemplo)? ¿Que ha habido una especie de ensimismamiento
y cerradura que ha mantenido a la literatura nacional como alejada de las
corrientes más actuales?
NE: No sé si ensimismamiento pero en la actualidad hay tanta
literatura publicada (por medios "oficiales" y por medios virtuales)
que es difícil acceder a toda ella. Mucho de lo que nos termina llegando a las
manos sigue siendo gracias a editoriales (grandes y pequeñas) y a sus procesos
de distribución. La otra forma es por medio de esas recomendaciones entre
amistades y conocidos. Son movimientos más lentos pero creo que no hay mucho
afán para llegar a ellos y ellas. Personalmente soy un tanto escéptico al que
se le da mucha resonancia mediática, así que es mejor que se vayan cocinado a
fuego lento para ver qué propuesta como obra (y no como libro o publicación) se
va dando con cada autor. A nivel general, siempre pienso en el caso de Bolaño.
Sobrevalorado y subvalorado por los diversos círculos. Ya a diez años de su
muerte todavía sigue siendo un autor poco leído por personas que no hacen parte
de academias. Creo que estos procesos no deben preocuparse por los afanes
contemporáneos.
Y eso que Bolaño escribe en español.
Incluso parece ser mejor conocido en lengua inglesa, pero ya sabemos el tipo de
“fiebre” que suelen suscitar algunos autores latinoamericanos en la cultura
popular de los Estados Unidos. Pero, parece que tratan de evitar una respuesta
explícita respecto de la literatura nacional, por lo que voy a ser bastante
sucinto en la siguiente cuestión: ¿Existe una tradición literaria estéticamente
comprometida en nuestro país?
NE: La evito por lo que le decía anteriormente, no soy un buen
conocedor de la literatura colombiana. Aún así, es claro que acá hay
representantes de una literatura comprometida: Vallejo, Mutis, Espinosa, solo
por citar unos que distingo. Que a unos gusten y a otros no, eso ya viene en la
subjetividad propia de la experiencia lectora. Que los odien o los amen por lo
que son, esas cuestiones deben estar al margen de toda discusión. Creo que
debería haber más autores con un mayor compromiso estético para la cantidad que
vemos en estanterías y en ferias. Pero eso va en las determinaciones de cada
que escribe y quiere ver sus libros rodar por otras manos.
Bien. Yendo un poco más lejos, en el
tiempo, ¿qué papel pueden jugar las vanguardias literarias, pasado ya prácticamente
un siglo desde su explosión, en la reformulación de la literatura? ¿Constituyen
un grito apagado o aún tienen algo que decirnos a nosotros, habitantes del
siglo XXI?
NE: Yo creo que las vanguardias siguen dando de comer por estas
latitudes a pesar suyo. Es decir, aportaron mucho a nuevas formas de ver y
apreciar y decir del mundo, pero hoy en día o se apuesta por un hipercultismo
de las mismas o se llega a ellas por instinto. Yo no las he sentido mucho en
las creaciones recientes, parece que hemos vuelto a un extraño clasicismo, a
una épica formalista, a una literatura preocupada por ser aséptica. Creo que
todo esto nada más lejos de las vanguardias.
Entonces, ¿qué debería tener la
literatura del futuro para recuperar lo que ha perdido? O mejor, ¿de qué
tendría que carecer?
NE: Casualmente hace un par de días charlaba con una amiga al
respecto. Considero que la literatura que se hace acá debe desprenderse de la
imperiosa necesidad de ser la memoria de nuestro pueblo. El gusto de los
escritores por sustentar sus creaciones en hechos históricos relevantes está
haciendo que las historias sean una excusa, casi que un escenario que queda
vacío de sentido estético y termina funcionando como una pobre justificación
del hecho que refieren. Soy de los que cree que hay que perseguir las historias
mínimas, esas que se escapan y se refunden entre los días y las noches que se
suceden y que nadie voltea a mirar. Hay que recuperar la imaginación pero eso
es tarea de cada autor. Hay que recuperar la ingenuidad y desprenderse de la
pretensión.
Sin embargo, no puede negarse que hay
momentos importantes en la literatura nacional en que la idea de Historia no ha
sido particularmente privilegiada. ¿Podría decirse que la óptica del escritor,
en este momento, está siendo viciada por un historicismo impostado? ¿A qué
factores consideran que se debe este fenómeno literario?
NE: Claro, hay una parte de la literatura colombiana que no se
ha interesado por ese afán histórico, pero mi percepción es que es realmente
poca. Ahora bien, creería yo que es un fenómeno de mercadeo muy similar a lo
que pasa en televisión en la actualidad. Hay que contar historias cuyos
referentes estén cercanos a la mayoría de personas, lo cual podría asegurar
numerosas ventas. Si se escriben novelas sobre, por ejemplo, asesinatos de
políticos, atentados, paramilitares, las referencias están a la mano de las
personas, cosa que, cuando esos libros lleguen a las manos de los
lectores-consumidores, puedan sentir que esa historia está cerca, así nunca haya
vivido ninguna de dichas situaciones. Pero, ¿acaso los medios nos hablan de
algo más? Quiero creer que esas no son decisiones de los autores sino
decisiones editoriales. De nuevo, hay que rescatar esa literatura que no busca
entrar al juego de superventas sino a construir universos a partir de
necesidades estéticas.
Bueno, eso en cuanto a la prosa, pero
¿y la poesía?
La
poesía parece que tiene una vida saludable. Muchas son las variantes y las
producciones y los canales por los que la poesía fluye en nuestros medios. Podrá
no ser la más vendida en términos editoriales pero es la que más inquieta.
El año pasado se adelantaron una serie
de talleres de escritura subvencionados por el IDARTES, entre los que ustedes
participaron como directores, ¿cómo fue la experiencia y qué frutos se lograron
recoger de ella?
Y este
año vuelven esos talleres y volvemos como No Escritores. Fue una muy grata
experiencia ya que el grupo que tuvimos fue heterogéneo, lo cual alimenta mucho
el trabajo de escritura y lectura. Fue el espacio propicio para poner en
práctica nuestros principios y consideramos que obtuvimos buenos resultados: un
grupo unido que se motivó desde las primeras sesiones a ser leídos y a escuchar
a los demás.
Para cerrar, ¿qué nos tienen preparado
los No Escritores para lo que resta del año? ¿Dónde los pueden encontrar
quienes estén interesados de contactarlos?
Estaremos
en San Cristóbal y Antonio Nariño en el marco de la Red de Escrituras Locales.
Nos concentraremos en esta actividad. Quienes nos quieren contactar nos
encuentran en Facebook o si nos quieren escribir por curiosidad o inquietud noescritores@gmail.com
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Los
interesados en contactar a No Escritores, podrán encontrarlos en:
Y
para quienes deseen inscribirse a la convocatoria de los Talleres Locales de Escritura: