Hemos hablado aquí del duelo y,
más extensamente, del ejército. Nuestra intención era llegar a una definición
del coraje. Pero siempre ocurrió que perdimos la ilación de nuestras
asociaciones de ideas, lo cual probaría bastante válidamente que no había ninguna
relación esencial entre las dos ideas precisadas y el coraje, con el cual se
las relaciona comúnmente.
El coraje es un estado de calma y tranquilidad frente a un peligro,
estado rigurosamente semejante al que se experimenta cuando no existe ningún peligro.
De esta definición por lo menos provisoria resulta que el coraje puede ser
adquirido por dos medios: 1º) alejando el peligro; 2º) alejando la noción de
peligro.
La primera actitud corajuda es la del hombre que, en razón de su fuerza
natural o, más a menudo, merced a armas que se ha procurado y ha aprendido a
manejar, se pone al abrigo del peligro. La lluvia nos preocupa menos si nos
hallamos bajo un techo o un paraguas y el rayo si estamos bajo un pararrayos en
cuyo buen funcionamiento creemos; a la vez, es extremadamente raro que un
hombre vigoroso y armado hasta los dientes se intimide ante un adversario
notoriamente débil y desprovisto de medios de defensa. El esquema más verosimil
del coraje nos parece ser el siguiente: Hércules, con su maza levantada sobre
la cabeza de un niñito que apenas comienza a caminar y entrevé las ganas de
disparar. La tendencia a la realización de este tipo de ideal del coraje se
manifiesta en los ejércitos permanentes y en todo el aparato de las armas. En
este primer caso, el estado del coraje es una seguridad.
En el segundo caso, aquel en el cual el macizo valiente armado
encuentra a otro más robusto y mejor armado, el coraje no puede ser otra cosa
que ignorancia o distraída atención. Esta ignorancia se sostiene con conceptos
variados y diversas formas de lenguaje. De esta manera, cada pueblo se repite a
sí mismo que es el más corajudo de la tierra y que se halla "a la
cabeza" de la humanidad. Desgraciadamente, la humanidad es una especie de
animal redondo con cabezas en todo su contorno.
Pero aún Gerardo el Matador de leones olvidaba a la fiera para pensar
en el prestigio de Francia alzado por él ante los ojos de los árabes.
Un excelente dispositivo que sirve para distraer la atención de un
sujeto temible es aquél que sirve para separar al toro, en las corridas, de un
objeto por el cual no siente demasiado temor: hablamos del uso de un trozo de
trapo de color deslumbrante; sus efectos son diferentes según se lo presente a
una temible bestia o a un pueblo débil. Acabamos de reconstruir la invención de
la bandera.
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