Sabes, he aprendido algo más acerca de cómo estar cargado, más acerca de cómo obtener medicamentos, más acerca de cómo mezclar licores y más acerca de cómo llevar a la cama al sexo opuesto en Alcohólicos Anónimos, como en cualquier otro lugar del mundo. A. A. —y esto es cierto para la mayoría de programas de rehabilitación y centros de tratamiento— es una fraternidad, y como toda fraternidad de hermanos nos gusta intercambiar historias. Es una ridícula glorificación de la experiencia: drogálogos y ebriálogos[3] les llamaban. Una cosa que siempre me ha molestado demasiado es la continua rivalidad. Cuentas una historia, en ocasiones desnudando tu alma, y el tipo que está a tu lado sonríe maliciosamente y dice: “Ah, viejo, he derramado más de la que has llegado a utilizar”.
martes, 22 de noviembre de 2011
Introductorio: Mustaine, a life in metal.
Sabes, he aprendido algo más acerca de cómo estar cargado, más acerca de cómo obtener medicamentos, más acerca de cómo mezclar licores y más acerca de cómo llevar a la cama al sexo opuesto en Alcohólicos Anónimos, como en cualquier otro lugar del mundo. A. A. —y esto es cierto para la mayoría de programas de rehabilitación y centros de tratamiento— es una fraternidad, y como toda fraternidad de hermanos nos gusta intercambiar historias. Es una ridícula glorificación de la experiencia: drogálogos y ebriálogos[3] les llamaban. Una cosa que siempre me ha molestado demasiado es la continua rivalidad. Cuentas una historia, en ocasiones desnudando tu alma, y el tipo que está a tu lado sonríe maliciosamente y dice: “Ah, viejo, he derramado más de la que has llegado a utilizar”.
Saberes útiles e inventos nuevos.
Primer invento: Paseándonos cierto día de lluvia bajo los soportales de la rue de Rivoli, nos congratulamos de poder constatar que ninguna gota de líquido llegaba a humedecer la superficie de nuestra barriga. ¡Cuál no sería nuestra desesperación al ver que, al acabarse los soportales, terminaba también el amparo del que veníamos sirviéndonos! Mas, por aquella vez, tomamos la decisión de resultar empapados, habiendo vislumbrado, gracias a nuestro ingenio natural, el medio de evitar dicha calamidad para lo por venir. Desde un primer momento se nos ocurrió la posibilidad de hacernos acompañar por determinado número de pilares dotados de ruedas que sostuvieran un tejadillo. Cuatro serían suficientes y, dado de lo que se trataba, no sería preciso que fuesen de piedra, sino que bastaría con que fueran de madera, con un doselete uniendo las respectivas partes superiores. La majestad de nuestro bamboleante paso no quedaría más que acrecentada con ayuda de tal artilugio, sobre todo si los cuatro várganos fueran transportados por esclavos negros.
Existencilism, por Banksy
Weapons of mass distraction (edición en español por Esperpento Editores), Inglaterra, 2002 (edición en español, 2011).
Existencilism es una cruda fotografía de la humanidad. Exactamente fotografía y no una caricatura ni un mero retrato dulcificante, la máscara que tapa nuestra mirada, sino una viva fotografía que si bien no alcanza a abarcar todo, con lo que logra capturar detalla un poco más la realidad y nuestra propia vida.
El trabajo impreso de Banksy abarca tres números sorprendentes —Existencilism es el número dos en esta serie— en los que la excusa es el arte pero el trasfondo es el hombre, el ser humano y su cotidianeidad. Y la denuncia, precisamente, descansa en la aceptación de esta cotidianeidad a falta de asumir el papel que cada uno juega en una sociedad en la que la individualidad parece haber sido suprimida; ya no en la forma como concebimos al arte, sino la forma en que esta concepción del arte nos ha vedado el acceso a otras formas también legítimas de expresión, fuera de las reglas del mundo. A pesar de lo panfletario que pueda llegar a leerse el libro —porque también es posible que la lectura se quede ahí, en la apariencia—, Banksy trata de despertarnos de este sopor que somos víctimas gracias a la poderosa manipulación publicitaria y mediática en que vivimos inmersos. Nos abofetea, como un amigo de verdad, para que comprendamos que no porque ellos consideren que está bien debe ser así.
Encontramos cinco movimientos principales en Existencilism, que valdría la pena explorar. El primero tendrá que ver con el arte y su decimonónica concepción tradicionalista, aquella que nos ha enseñado que el arte descansa en la seguridad del museo, en un arte elitista pensado solamente para los pequeños grupos de selectos, en que la belleza del arte viene dada por su capacidad de copiar a la realidad, pero no de cuestionarla. El segundo movimiento es el del compromiso: si el arte no reside únicamente en una copia de la realidad, sino en un cuestionamiento, entonces hay que cuestionar el comportamiento humano en los lugares que de verdad cuentan. Las calles, los sitios públicos —ahí está su visita al zoológico de Barcelona como valiente muestra—, deben propiciar una reflexión, deben cuestionar al ser humano en sus comportamientos más comunes. Hay otro movimiento que podríamos llamar el de descentramiento iconográfico, que consiste en tomar imágenes míticas y respetadas y dotarlas de un nuevo contexto, en el que un aparente chiste guarda siempre un significado más profundo. El cuarto es una impugnación directa a la publicidad, a la invasión del espacio público por parte de la publicidad y cómo es que de esta manera pierde terreno la naturaleza humana, sutilmente manipulada por los publicistas —a quienes llama vándalos—. Y el quinto movimiento tiene que ver precisamente con esta individualidad desencauzada, con la destrucción de lo que el individuo posee de sí. El ejemplo más claro, y también más terrible, está en el relato descarnado del campo de concentración —o Manifiesto: Campo—, en el que la impúdica mirada del militar se ve tranquilizada por la aparente individualidad latente en los labios maquillados con labial, que Banksy ridiculiza en esa impresionante pintura llamada Camp, donde unos seres huesudos, despersonalizados y uniformados miran fijamente y muestran unos rostros maquillados al estilo del payaso, como respondiéndole al militar desde su pretendida individualidad.
Considero que esta es de las pocas ocasiones en que un artista trata de darle un trasfondo mayor a su obra dotándola de
martes, 15 de noviembre de 2011
La otra Alcestes
Yo soy otro, por Oscar Campo.
Y la enfermedad no es más que la metáfora de nuestra desinteresada forma de vida, una úlcera que empieza a crecer imparable al interior y carcome cada uno de nuestros sentidos: la televisión, la Internet, la masturbación, el sexo, el alcoholismo, el tabaco, las drogas, la farándula, Facebook, Myspace, Twitter, el chisme, las relaciones instantáneas, el Ipod, Jotamario Valencia, la negra Candela, los medios de des-información masiva, el Mundial de fútbol Sub-20, el Joe y su leyenda, los realities, y un interminable etcétera.guerra, y todos le obligan a polarizar su posición. Pero no es el único, todos los demás quienes le rodean, deben asumir la misma decisión. ¿Acaso no es esta la radiografía de la persona del común, del tantas veces mentado ciudadano de a pie, que a falta de compromisos asume la evasión? Y son muy pocas las cintas que se han atrevido a explorar esta clase de aspectos de la violencia, que se han arriesgado a ir más allá de los estereotipos comunes y complacientes del cine convencional. Y el giro al que me refería anteriormente no es otro más que ése: el tema, sí, es la violencia, pero vista desde otro punto de vista, desde las prácticas que han hecho a las personas aglomeradas en la metrópolis indiferentes a lo que sucede en el resto de un país, aun cuando los toque de forma lejana, y que no despiertan más que al son de las bombas y los atentados que llegan hasta ellos en raras ocasiones. El tema sigue siendo el trasfondo de violencia en el que necesariamente vivimos inmersos, pero porque es una violencia que nos toca a todos, y en ese caso es perfectamente comprensible y nada casual que José se multiplique tanto en mendigo como en paramilitar u homosexual y guerrillero, el es todos y cada uno de los rostros de la guerra.