martes, 15 de abril de 2014

Non Sancta (II): Preguntas que hacerse a uno mismo



Charles Templeton fue por años una de las voces más importantes de la Iglesia Evangélica Cristiana. Era tan enorme su popularidad y magnetismo que se llegó a decir de él: “es el hombre más usado por Dios”. Quizá Templeton, hacia finales de los 50’s, terminó cansándose de ser un mero instrumento y, por tanto, decidió renunciar por completo a la Iglesia Evangélica y a toda postura religiosa. Desengañado, sin embargo, como se dice popularmente, la manzana no cayó lejos del árbol, ya que la desaparición de sus convicciones teológicas terminaría dando paso a la aparición de sus convicciones políticas.
El presente texto hace parte de A farewell to God: My reasons for rejecting the Christian faith, una reflexión que en su infinita simplicidad es el resultado del interrogar continuo a que Templeton sometería los cimientos mismos de su propia fe.
Si un fiel creyente (aunque esto podría ser bien conjeturable) y representante oficial de una religión suficientemente grande como para ser practicada en toda América, ve disminuida de forma irrefrenable su capacidad de creer ciegamente, ¿qué podría esperar un católico promedio que apenas si práctica aquello del amor al prójimo? ¿Qué podría responderse a sí mismo un católico que bendice el sacrificio de Cristo para garantizar su sagrado derecho a unas vacacioncitas?


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PREGUNTAS QUE HACERSE A UNO MISMO


Por Charles Templeton


¿No es una tontería cerrar los ojos ante la realidad de que la fe cristiana es sencillamente imposible de aceptar como hecho? ¿Y no es un error fundamental basar la propia vida en conceptos teológicos formulados hace siglos por hombres relativamente primitivos que creían que el mundo era plano, que el cielo estaba «arriba», y que el universo lo había creado y lo controlaba una deidad chovinista y excesiva, dispuesta a castigarte si no seguías sus indicaciones al pie de la letra? Lo que sigue es una repetición de algunas preguntas suscitadas en las anteriores páginas [de A Farewell to God]. Háztelas a ti mismo.

• ¿No es probable que en caso de haber nacido en El Cairo fueras musulmán, y como 840 millones de personas creyeses que «no hay más dios que Dios, y Mahoma es su profeta»?

• Si hubieras nacido en Calcuta, ¿no serías con toda probabilidad hinduista, y no harías lo mismo que 650 millones de personas, aceptar los Vedas y los Upanishads como sagradas escrituras, y albergar la esperanza de alcanzar el nirvana en un futuro?

• ¿No es probable que en caso de haber nacido en Jerusalén fueras judío, y creyeras, como unos 13 millones de personas, que Yahvé es Dios, y la Tora la Palabra de Dios?

• ¿No es presumible que en caso de haber nacido en Pekín fueras uno de los muchos millones que aceptan las enseñanzas de Buda, Confucio o Lao-tsé, y procuran seguir sus enseñanzas y su ejemplo?

• ¿No es probable que usted, el lector, sea cristiano porque sus padres lo fueron antes?

• Si Dios existe, y es amor, ¿por qué permite (por no decir que crea) terremotos, sequías, inundaciones, tornados y otras catástrofes naturales que matan a miles de hombres, mujeres y niños inocentes al año?

• ¿Cómo puede un Dios de amor no ya crear, sino consentir que la encefalitis, la parálisis cerebral, el cáncer de cerebro, la lepra, el alzheimer y otras enfermedades incurables golpeen a millones de hombres, mujeres y niños, buenas personas en su mayoría?

• ¿Cómo fue capaz un Padre Celestial que ama a sus hijos de crear un infierno infinito, y llenarlo con millones de personas a lo largo de los siglos solo porque no podían o no querían aceptar determinadas creencias religiosas? Y tras hacerlo, ¿cómo fue capaz de atormentarles para siempre?

• ¿Por qué hay literalmente cientos de confesiones y congregaciones independientes cristianas, todas las cuales basan sus creencias en la Biblia, y están convencidas en su gran mayoría de que las otras se equivocan en algún aspecto?

• Si todos los cristianos adoran al mismo Dios, ¿por qué no pueden aparcar sus diferencias teológicas y cooperar activamente?

• Si Dios es un padre amantísimo, ¿por qué responde con tan poca frecuencia a los rezos de sus hijos que lo pasan mal?

• ¿Cómo se puede creer en el relato bíblico de la creación del mundo en seis días cuando cualquier eminencia de la física está de acuerdo en que todas las especies vivas han evolucionado en el transcurso de millones de años a partir de un origen primitivo?

• ¿Le es posible a un hombre o mujer inteligente creer que Dios creó al primer ser humano varón a partir de un puñado de polvo, y a la primera mujer a partir de una de las costillas de aquel varón?

• ¿Es posible creer que el Creador del universo fecundó personalmente a una virgen palestina para facilitar que su Hijo llegase al mundo como hombre?

• La Biblia dice que «el Señor es un Dios celoso», pero cuando uno es omnipotente, omnisciente, omnipresente y eterno, y ha creado todo lo que existe, ¿de quién puede estar celoso?

• En un mundo lleno de dolor y hambre, ¿por qué los cristianos se gastan millones en catedrales y santuarios, y comparativamente poco en ayudar a los pobres y los necesitados?

• ¿Por qué el Dios omnipotente, sabiendo que hay cientos de miles de hombres, mujeres y niños que mueren de hambre en una tierra reseca, permite que se consuman y mueran cuando lo único que se necesita es la lluvia?

• ¿Qué sentido tiene que el Padre de toda la humanidad tuviera un Pueblo Elegido, al que favoreciese por encima de las otras naciones del mundo?

• ¿Cómo es posible que un Dios que «no hace acepción de personas» prohíba el adulterio, y luego bendiga, honre y permita medrar a un rey que tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas?

• ¿A qué se debe que la mayor de las iglesias cristianas esté íntegramente controlada por hombres, y no permita a ninguna mujer (por piadosa que sea o capacitada que esté) ser sacerdote, monseñor, obispo, arzobispo, cardenal o Papa?

• Las últimas palabras de Jesús a sus seguidores fueron: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Pues a pesar de ello, en estos momentos (transcurridos unos dos mil años) hay miles de millones de hombres y mujeres que ni siquiera han oído el Evangelio cristiano. ¿Por qué?




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